La
inevitable actualidad
Reflexiones para el curso “La Web 2.0”
Sin lugar a dudas,
creo que la tecnología ha afectado nuestra forma de ver e interactuar con el
mundo a nuestro alrededor. Basta con decir que algunas prácticas “antiguas”
como buscar en un índice de una biblioteca en búsqueda de la bibliografía
necesaria para hacer una tarea determinada parece algo sacado de un pasado
lejano. Hoy simplemente basta con poner en el buscador alguna palabra asociada
con la búsqueda y reducir los resultados al objetivo deseado (buscar imágenes,
libros, noticias, etc.). El formato impreso pierde campo frente al formato
digital. ¿Y quién podría impedirlo? Hoy es más y más común el formato en pdf o doc.
Incluso la búsqueda
dentro de un libro se ha modificado. Antes uno recurría al índice del libro.
Hoy cualquiera puede poner la palabra que busca específicamente dentro del
buscador del programa y en pocos segundos el programa muestra todas las coincidencias
con esa palabra dentro del documento. Más rápido, más eficiente, mejor. Hoy no
hay tiempo que perder. Nos lo dice la publicidad, nos lo dice el diario, nos lo
dice el internet. Cada vez que caigo en la vorágine del tiempo y me reconozco
actuando como un animal acorralado recuerdo a Mundstock con una de las frases de
Les Luthiers: “The time is money; El
tiempo es un maní”. Parecería que tanto nos preocupamos en valorar el tiempo
que finalmente terminamos por no valorar el tiempo que usamos para hacer cosas
que significan una “pérdida de tiempo”.
Y gracias a la
tecnología y al “todo ya y ahora” comenzamos a transformar nuestra forma de
hacer las cosas. Me acuerdo la primera vez que mis papás me regalaron una
cámara de foto. Había sacado casi todas las fotos del rollo pero no encontraba
nada interesante para sacar la última foto. ¿Cómo habrían quedado todas las
anteriores? Hasta no revelar el rollo, imposible saberlo. Cuando finalmente
saqué la última foto tardé 2 días en llevar el rollo a revelar y 2 días más en
buscar las fotos reveladas. ¡¡¡Y todo por 15 fotos!!! Cuando las retiré, y para
poder mostrárselas a mi familia, tuve que esperar a que nos juntáramos en
vacaciones de verano. Qué diferencia con la actualidad, donde mi familia me
pregunta cómo no les envié las fotos que le saqué a mi hijo esta misma mañana…
Todo ya y ahora.
Yo tampoco quiero
esperar. Ver una película Online, subir fotos en Picassa o Panoramio, ver el
pronóstico del clima “en vivo” (olvidándome de ver por la ventana y abrirla
para saber la temperatura que mi cuerpo sentirá, que es la que realmente me
interesa a pesar de los 15 °C que acusa la página del servicio meteorológico).
No hay tiempo que perder. Ir al cine, jamás. Ya no compartimos ese espacio
social. Es más cómodo en mi casa. Ya no hay que prepararse para salir. Ya no
hay que comprar pochoclos. Ya no hay que hacer colas. Nos lo dice la internet.
Pasamos de la conexión por teléfono a la banda ancha. De 215 kb a 1 Mb a 3 Mb a
7 Mb… La tecnología no para. La tecnología no espera. No solo podemos enviar
fotos por mail (que se reciben instantáneamente), podemos hacer
videoconferencias. Podemos opinar en un diario nacional o internacional,
podemos ver nuestra casa en una fotografía digital, podemos sacar una receta de
comida turca. Nuestro alcance es ilimitado.
Pero todo esto hace
que me pregunte ¿cómo estamos usando la tecnología?; ¿cuál es su utilidad real?;
¿estamos aprovechando su potencial? Yo muchas veces me veo a mi mismo más
parecido a un chico con un juguete nuevo: no sé para qué sirve pero me fascinan
los colores. Puede que el juguete sirva para mucho más de lo que lo estoy
aprovechando, pero aún no lo sé.
A medida que empezamos
a conocer los pequeños recovecos de la tecnología comenzamos a temerle. ¿Lo que
subo a internet estará seguro? ¿Podrán utilizar mi información personal? ¿Me
perseguirán? ¿Lo mío seguirá siendo mío? Nos podemos sentir inseguros,
expuestos. Y, ¿cómo no? Venimos de una sociedad en la que podíamos controlar lo
que mostrábamos y no al mundo. Y hoy nos encontramos con herramientas de
internet y programas que permiten mostrarnos al mundo sin restricciones. Y la
primera tentación es mostrarnos. ¿Cómo decirle que no a Facebook cuando te dice que subas una foto de perfil y seas “parte”
de la comunidad de Facebook? Después
de todo, en nuestras reglas sociales la pertenecía a la sociedad es vital. Y
subimos fotos, y posteamos, y comentamos, y discutimos con amigos, y
reencontramos viejos conocidos que hace muchos años dejamos de ver, y
solicitamos la amistad de un completo desconocido que es amigo del amigo de
otro amigo del cuñado de la prima de mi amigo de la infancia (al cual no veo
hace más de 15 años y que no me preocupé en saber de él porque nuestra amistad
termino hace muchos años atrás). Y luego que hacemos esto nos sentimos
vulnerables y vulnerados. Repentinamente un desconocido comenta una foto que
subimos a la red. Nos enteramos de casos de pedofilia mediados por estas
herramientas que al principio nos habían parecido tan divertidas e
interesantes. Escuchamos que a un amigo le robaron todo a través de internet.
Vemos como nuestro banco pone cada vez más sistemas de seguridad en sus páginas
de homebanking. Comenzamos a bloquear
nuestros perfiles. Y finalmente nos quedamos solos nuevamente. Pero surge la adicción:
“Nadie publicó en mi muro”, “Hace semanas que no tengo nuevos seguidores en Tweeter”. Y volvemos a “participar” en
la sociedad. Bajamos las barreras con más cuidado y nuevamente no estamos
“solos”. Es interesante como ha cambiado el concepto de esa palabra… “solos”.
Con el tiempo
comenzaremos a aprender cómo usar este nuevo juguete. A pesar de que disiento
de la creencia de que los chicos de hoy son “nativos digitales” (y que por esta
razón ellos son superiores a nosotros en la capacidad de utilizar las
herramientas tecnológicas), sí creo que tienen una gran ventaja: ellos
comenzaron usando estos juguetes cuando realmente eran niños. Probablemente
sabrán aprovecharlos mejor cuando sean adultos. Mientras tanto tendremos que
adaptarnos y tratar de sacar lo mejor de esto. Y no negarnos a utilizar lo que
en breve será moneda corriente (si no lo es ya).
Dr. Gabriel Russo
Biólogo.
Gabriel!!
ResponderEliminarQue importante todo lo que señalás!!!
Como bien se ha dicho debemos tener siempre presente los alcances pero también los límites de la tecnología. Desnaturalizar los usos que uno mismo realiza de la tecnología permite reflexionar con una cierta distancia, permitiendo una mirada macro de la problemática!
Vuelvo a remarcar sobre la importancia de los usuarios críticos, conociendo las posibilidades y peligros que la tecnología habilita!
Concuerdo contigo sobre el término "Nativos" e "Inmigrantes" digitales. Al respecto Daniel Cassany utiliza la metáfora de "Residentes y Visitantes" como una manera de poner en escena esto que vos planteabas. Te sugiero, si tenes tiempo (es un poco larga), para ampliar esto que mires un video de una conferencia de él, muy interesante! http://www.el-libro.org.ar/infantil/formar-tv/conferencia-de-daniel-cassany.html
Saludos, Marianela.-